RECUPERAR LA MAGIA DE JUGAR - Primera Parte

Niños en riesgo
Los niños están dejando de jugar en todos los sectores sociales y económicos con consecuencias negativas en la construcción de su subjetividad como la violencia, el estrés, la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad u otras aún más severas. Hay un adulto que por distintas razones (sobreocupación, desocupación, enfermedades sociales/psicológicas) está poco o nada presente y un niño que pasa muchas horas solo por variables muy diferentes de esta realidad globalizada.
Si bien es un fenómeno que atraviesa todas las clases sociales, los chicos que viven en contextos de pobreza son los que tienen menos posibilidades de juego. Numerosos especialistas confirman que los espacios lúdicos funcionan durante la niñez como escuela de vida. Hay diferentes propuestas, emprendimientos y Ongs que trabajan para que el derecho al juego sea realmente universal y para que los padres tomen conciencia de la importancia de su rol en esta tarea.
Patricia Ramírez

En una época no tan lejana, baleros, barriletes, rayuelas, muñecas de trapo y payanas supieron ser los reyes de la gran selva de los juguetes. Las calles, veredas y plazas conformaban enormes patios de diversión donde los niños ponían a prueba su creatividad y cursaban, sin saberlo, una indispensable escuela de vida. La consigna era clara y natural para todos: los chicos se dedicaban a jugar.
Hoy, todos esos juguetes están guardados bajo llave en algún baúl del sótano y la mayoría de los niños no tiene el tiempo necesario para dedicarle al ocio, a no hacer nada, y en esa pausa, hacer lo que su esencia les dicta que es jugar libremente, sin consignas, soñar...
Desde problemas ligados a una vida en contexto de pobreza como el hacinamiento, la necesidad de que los chicos salgan a trabajar a temprana edad o cuidar a sus hermanos hasta agendas atiborradas de actividades en las clases más altas, la dificultad para encontrar momentos de esparcimiento atraviesa todos los sectores sociales. Si a esto le sumamos la tiranía de la televisión y la computadora, padres cada vez menos presentes y una sociedad que se rige por la ley de la inmediatez y la eficiencia, la niñez se desvirtúa y deja de ser esa etapa inocente en la que se explotaba a fondo la capacidad de asombro y todo era descubrimiento espontáneo.
Contexto social Actual:
El Dr. David Elkind, experto en psicología del desarrollo y autor de El poder del juego (2007), estima que en los últimos veinte años los niños de las sociedades posindustriales han perdido unas 12 horas de juego a la semana, y de ellas, 8 de juego libre. Alarmados ante esta situación, numerosas iniciativas surgen desde el sector social y el Gobierno para que los niños puedan recuperar la magia de jugar.

Es miércoles por la tarde y veinte chicos de 3 a 5 años se abalanzan sobre las cartulinas pegadas en la pared de la Juegoteca Creciendo, en Recoleta. Pintan sobre ellas con témperas, pegan papel glacé y decoran sus obras de arte con sellos de los motivos más diversos, mientras de fondo suenan canciones infantiles.
En una sala multicolor, con mesas y sillas hechas a su medida, las figuras se deleitan a lo grande, pero siendo niños: algunos leen cuentos que los llevan a volar sobre dragones, otros le ponen rostro a su creatividad con crayones y el resto se divierte haciendo títeres con flequillos amarillos.
Sus mareas de carcajadas que se mezclan con miradas cómplices son la imagen viva de que el juego es vínculo en acción, es un idioma universal que une a pesar de cualquier diferencia, es la mejor invitación que se le puede hacer al otro.
A la Juegoteca Creciendo asisten chicos de bajos recursos que viven en hoteles o casas tomadas, o en la villa 31 o la 11-14. En su mayoría son hijos de inmigrantes de Bolivia y Paraguay, sus padres y madres trabajan de vendedores ambulantes, de costureras, en negocios o como personal doméstico.
"Esta juegoteca surgió con la idea de sacar a los chicos de la calle, para que no queden al cuidado de sus hermanos mayores o pegados a la televisión. La mayoría tiene problemas de vivienda, falta de trabajo y no existe la figura paterna. Lo que se llevan de este espacio es la revalorización del jugar por el jugar mismo y no con un fin pedagógico. Además aprenden a manejarse en grupo y a compartir con otros chicos", cuenta Viviana Carlevare, referente de la juegoteca y directora del jardín de infantes que funciona por la mañana en ese mismo predio. Esta institución pertenece al Programa Juegotecas Barriales de la ciudad de Buenos Aires.
A pesar de que numerosos estudios dan cuenta de las bondades de las experiencias lúdicas en la primera infancia en el desarrollo social, emocional e intelectual de los chicos -y a lo largo de toda la vida-, la globalización ha llevado a que en la sociedad actual el jugar sea un hábito en extinción.
"El individualismo imperante que se centra en el logro personal mata el juego. Los contextos urbanos en los que vivimos con poco espacio tampoco ayudan. Incluso en el mundo de los adultos, tampoco existe lugar para el ocio", explica Betina Capace, directora general de Juegos eran los de antes.
A toda esta realidad social se suma la desaparición de los espacios verdes y la inseguridad que reina en las calles, lo que obliga a la infancia a sumar horas de actividades pasivas privándola de la diversidad que proporciona el juego en la naturaleza.

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