A PROPÓSITO DEL JUEGO

El juego es una manifestación que trasciende las edades, más allá de que se lo suele vincular directamente al período de la infancia. Incluso es un fenómeno que no solamente se manifiesta en la especie humana. En su memorable “Homo ludens” (1938), el historiador y filósofo holandés Johan Huizinga sostuvo que el juego precede a la cultura –dimensión intrínseca del mundo social y humano-, ya que los otros parientes nuestros del reino animal no aguardaron a nuestra llegada de manera que les impartiéramos enseñanzas sobre como jugar.

A través de su obra Huizinga puso de manifiesto el carácter lúdico del desarrollo de la cultura. Tiempo después, la investigadora argentina Graciela Scheines abordó el tema en un ensayo premiado por el Fondo Nacional de las Artes “Juegos inocentes juegos terribles” (1998). Dice la autora: “El juego no es una actividad como cualquier otra. Es tan mágica como un ritual, ata y desata energías, oculta y revela identidades, teje una trama misteriosa donde entes y fragmentos de entes, hilachas de universos contiguos y distantes, el pasado y el futuro, cosas muertas y otras aún no nacidas se entrelazan armónicamente en un bello y terrible dibujo. Jugar es abrir la puerta prohibida, pasar al otro lado del espejo. Adentro, el sentido común, el buen sentido, la vida ‘real’, no funcionan. La identidad se quiebra, aparece en fragmentos reiterados de uno mismo”. 

En efecto, Scheines nos enseñó que en el tiempo del juego –diferente de la temporalidad que rige en la vida corriente-, podemos descubrir los diversos mundos del mundo, donde las cosas, los objetos, aparecen en todas sus posibilidades, no reducidos solamente a los usos y significaciones que les solemos dar en la cotidianeidad (pensemos en un escurridor o en un plato que dejan de ser “eso” para poder ser una espada, o un disco, o lo que la imaginación nos dicte); y también los jugadores experimentan, en ese orden distinto, una mutación de sus identidades. 

El teatro sería un buen ejemplo de esto último. Siendo el juego una actividad tan potente vendría bien preguntarnos ¿por qué se concibe al juego solamente como una cosa de niños? ¿A qué edad dejamos de jugar y por qué? 

Probablemente, al llevar dinámicas de vida tan estructuradas, con parámetros fuertemente establecidos en torno a los comportamientos, lo socialmente correcto e incorrecto, tanto a jóvenes y a adultos les cueste salirse del orden habitual de las cosas para “fundar el orden lúdico” y entregarse a él. 

Por otro lado, Scheines también denunció los abusos que se hacen de esta actividad al proponerla como condición indispensable en talleres educativos y en distintas instancias de socialización, lo que en algunos casos lleva a tergiversar su verdadero sentido: “…Cada vez que jugamos estamos repitiendo la gesta fundacional del Dios mítico, somos otra vez Dios, el Dios de la Biblia o la divinidad pagana, cuya acción creadora despejó las tinieblas, ordenó el caos y dio un sentido a las vidas futuras. Yo creo que por eso el juego es tan importante…" 

Más que para la educación o para curar enfermos mentales, para mí el juego nos permite, fundamentalmente, repetir la gesta fundacional.

Por Alexis RasftopoloLicenciado en Comunicación
 

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