DEL YO-YO AL CELULAR, LOS RECREOS DE AYER Y HOY

Muchos juegos cambiaron, otros no; el fútbol gana por goleada
El recreo, ese preciado momento de "libertad" que llega a aguardarse con ansias durante los muchas veces eternos 90 minutos que pueda durar la clase. Fundamental en el sistema escolar, ese instante ha sido siempre la oportunidad para el esparcimiento, la pausa necesaria para que los alumnos descarguen energía fuera del aula, jueguen, se diviertan.
Algunos pasatiempos han perdurado a través de los años y otros se han extinguido con el paso del tiempo. Así lo confirman grandes y chicos consultados por La Nacion para comparar los recreos escolares de ayer y hoy. El resultado es un viaje a la nostalgia y también, un espejo de la realidad, con la tecnología como gran protagonista.
"Nico va al cole prácticamente para jugar al fútbol con sus amiguitos en el recreo. Cuando le pregunto cómo le fue, dice: «Hoy ganamos 3 a 2; tal hizo un gol»", detalla con humor Karina, mamá de Nico Tranfo, de 7 años. "Es sabido que los varones juegan al fútbol y, cuando lo hacen, pareciera que es la final de la Champions. Sólo piensan en el momento en que suene la campana para salir detrás de la pelota", confirma la tendencia Romina Busso, mamá de Agustín.
Con 6 años y alumno de 1° grado, Ramiro dice que lo gusta cualquier cosa que sea de correr, y añade: "Al fútbol, a los juegos de aventuras".
Claro, las actividades físicamente intensas tienen otra complicación cuando los niños se convierten en adolescentes portadores de hormonas. Camila Miyazono, ahora de 33 años, recuerda su época de estudiante en el New Model: "¡Llegaban al aula todos transpirados y en invierno era insoportable! O nos moríamos de frío con las ventanas abiertas o por el olor". Eso ha hecho que algunos colegios no permitan el fútbol por norma, como apunta Catalina Kohan, de 14 años: "No los dejan porque después están transpirados o embarran todo".
No obstante, el fútbol es la elección predilecta en la mayoría de las instituciones y a todas las edades. Ya no es un juego exclusivo para hombres, como antes, y en muchos colegios es compartido por ambos sexos.
Las niñas, por otro lado, mantienen juegos tradicionales, como la soga, el elástico, la rayuela, la payana o tinenti, y los de manos. Usualmente más calmas que los varones, utilizan el recreo para conversar, hacer pulseras o dibujar. Cuando realizan actividades más físicas, juegan a la mancha en todas sus vertientes, a la escondida o a la sardina (un niño se esconde y quienes lo encuentran se quedan con él). Estos últimos son juegos que también practican los niños y que han estado presentes durante décadas, como el célebre poliladron: "Jugábamos al vigilante y al ladrón. Los más flaquitos éramos vigilantes y había que correr a los ladrones y llevarlos a la cárcel", dice, recordando su infancia, Manuel, de 70 años. Muchos ex estudiantes que superan los 50 mencionan el yoyó, el balero y las bolitas, hoy llamadas "canicas".
"También jugábamos a las figuritas, que en esa época eran de lata", prosigue Manuel. Eternamente presentes, las figuritas -ya de cartón o papel adhesivo-, su intercambio y el objetivo de completar álbumes son actividades que realizan tanto niñas como niños, aunque las temáticas sean diversas: autos, motos y fútbol, por un lado, y ositos cariñosos, dibujitos con aromas, con felpa, brillos y tantas otras más, por el otro.
Omnipresente, la comida es también una importante parte de los recreos, aunque su consumo ha cambiado significativamente. Antes, los chicos llevaban comida hecha por sus madres y poco se ofrecía en la escuela. "Dejaban entrar a un sandwichero que iba con una canasta de mimbre y le comprábamos a él", resume Manuel. El siglo XXI, sin embargo, muestra a niños que se manejan en forma distinta. Son autónomos con el dinero desde muy pequeños y todas las escuelas tienen quioscos que ofrecen muchos productos. "Todas las golosinas, caramelos, maíz inflado, alfajores, papas fritas con ketchup", recuerda Dolores, de 27 años.
"A veces, me dan plata y pregunto en el quiosco cuánto sale lo que quiero. Si sale más caro, me compro otra cosa", explica Ciro, de 7 años.
Los estudiantes "2.0" marcan otra gran diferencia con las generaciones que los precedieron. El uso de la tecnología y la masificación de los teléfonos celulares han cambiado los hábitos. Hoy, los niños comienzan a tener celulares desde los 10 años y en muchas escuelas su uso está permitido durante el recreo. Sin embargo, son los adolescentes quienes les sacan más provecho, y con teléfonos que poseen Internet acceden a las redes sociales, como Facebook o Twitter, desde el colegio. Además, los celulares permiten a los jóvenes socializar la música: "Escribimos en el pizarrón, charlamos y comemos, pero siempre hay alguien que pone música", explica Catalina, que cursa 3° año. Quienes hoy peinan canas jamás escucharon música en el colegio, y quienes rondan los 30 compartían modestos auriculares de un walkman a casete entre dos.
Los chicos del secundario, en tanto, usan el recreo para completar alguna tarea, dormir unos minutos e incluso escabullirse para fumar a escondidas, escapada que no pasa de moda sin importar el siglo.

 Por Julieta Molina  | LA NACION
Domingo 14 de agosto de 2011 | Publicado en edición impresa

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