Imagina una vida sin juego. Sin libros, sin películas, sin arte, sin música. El mundo no sólo sería mucho más insulso sino que probablemente no existiría. El juego, en último término, es responsable de nuestra existencia como criaturas inteligentes.
De niños no necesitamos instrucciones para jugar; lo hacemos de forma natural. A través del juego, aprendemos cómo funciona el mundo. Nos ayuda a madurar y a interactuar con los demás. Pero en algún momento del camino dejamos de jugar. Se nos dice que el juego es improductivo, una pérdida de tiempo.
Hoy, en nuestra época utilitarista, el juego está desprestigiado. Tendemos a considerar las ocupaciones en términos de rentabilidad. Sin embargo, la utilidad del juego ha sido demostrada científicamente: está directamente relacionado con el desarrollo del córtex prefrontal, la región cerebral responsable de gran parte de lo que llamamos cognición. Literalmente, nos ayuda a modelar el cerebro, crea nuevas posibilidades cognitivas y estimula nuestra consciencia. De hecho, el secreto de algunos de los grandes científicos de la historia es haber ejercido su profesión como si de un juego se tratase.
El autor
Stuart Brown
Médico, psiquiatra, investigador clínico y fundador del National Institute for Play de Estados Unidos. Las empresas más influyentes del planeta han requerido sus servicios para impartir talleres sobre juego y creatividad, y pronuncia conferencias por todo el país sobre la importancia del juego en nuestras vidas. Aparece con regularidad en diversos medios de comunicación e incluso el New York Times Magazine le ha dedicado una portada.
Christopher Vaughan
Periodista con más de veinte años de experiencia, ha colaborado en la redacción de varios libros, entre ellos The promise of Sleep.
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